martes, 18 de octubre de 2016

Solchaga y Eristain



Domingo, 16 de octubre de 2016

Hoy nos vamos a la Valdorba. Sergismundo me pasó hace tiempo una ruta por Solchaga, corta pero interesante, y tenía ganas de hacerla. 
Son las 08,00 horas. Magán marca 14º y la farmacia -47º. A pesar de este dato, el día está bueno para andar. El cielo despejado dejará que luzca el sol caldeando el ambiente para compensar el suave cierzo.

Por Santa Teresa (15 de octubre), las nubes traen agua a la presa.

Aparcamos el coche junto a la parroquia del pueblo dedicada a San Juan Bautista.
Solchaga es un pueblo limpio y cuidado. Sus sólidas casas lucen orgullosas escudos, barandillas de forja y grandes ventanales. 
Salimos del pueblo por una pista que enseguida abandonamos para continuar por un viejo camino de monte. Los encinos, chaparros y enebros pueblan ambas orillas. La pendiente es suave y el abrigo del bosquete nos obliga a despojarnos de algo de ropa. 
















09,00 horas. Ermita de la Santa Cruz. Es un edificio pequeño y bien conservado.

Dice Sergismundo: Restaurada en 1985, es un bonito lugar en el que en 2012 había una escultura tallada en madera de la que sólo queda el pie, y un zorro tallado en piedra.
La ermita está construida sobre los restos del castro de Gazteluzar-Irurbe, que data de la Edad del Hierro, y del que sólo queda visible el derrumbe de la muralla en algún punto. 


La puerta, aunque cerrada, tiene sólo pasado el pestillo. En su interior, una humilde cruz de madera preside el altar también de piedra. 


El cabezal de la puerta tiene un texto sin espacios entre palabras, lo que hace complicada su lectura. 


Las vistas hacia el N. con la Peña de Unzué vigilante son mejores que hacia el S. El arbolado que puebla la amplia cima impide disfrutar de toda la panorámica. 
Aprovechamos el abrigo de la ermita para echar un bocado. 
El gps nos marca una dirección que a primera vista nos parece inexistente. Por estrecha senda, guardando distancia entre nosotros para evitar golpearnos con las ramas, vamos descendiendo entre robles y enebros. 

Sergismundo: Bajamos por un sendero de cazadores (bastante cerrado de vegetación pero todavía transitable), hasta Eristain. (Hay que orillar un par de sembrados). Una curiosa iglesia románica, y un palacio conforman la mitad del caserío.



10,10 horas. Llegamos a Eristain. No vemos a nadie. Rodeamos la iglesia admirándonos de su estructura.

Bajamos hasta el palacio y llamamos a la puerta para pedir la llave. Nadie nos responde. Hay un par de coches aparcados, pero ni rastro de personas.
En el interior de la iglesia hay unas pinturas murales que merece la pena visitar.



Tomo prestada de internet una muestra de ellas, aunque a nosotros nos ha sido imposible verlas. En Arqueología Medieval podemos saber un poco más.
Con la promesa de hacer una próxima excursión y poder entrar en la iglesia salimos del pueblo y llegamos a un pozo.



La pequeña construcción invita a hacer una breve parada.
Al salir a la carretera torcemos a la izda. porque los vestigios que hay muy cerca merecen una visita.



10,25 horas. Trujal medieval.

Dice Sergismundo: nos acercamos a las ruinas del antiguo trujal medieval que sacaron a la luz hace unos pocos años.
Según algunas páginas de internet, se trata del molino de aceite medieval mejor conservado de Euskal-Herría. Está tallado en la piedra del lugar, y es digno de ver. 

Volvemos al cruce y tomamos la carretera que va hacia la izda.
Un pequeño puente cruza el arroyo de Mairaga y enseguida divisamos la fuente.


10,40 horas. Fuente del Yesal. Está totalmente restaurada. Hacía años que no pasaba por aquí. El chorro que sale de su caño es débil pero constante.

Sergismundo: De ahí nos dirigimos a la fuente del Yesal. Está restaurada recientemente, y su agua es tan blanda, que es muy buena para los problemas estomacales y de riñón.

Cuando se viene a esta fuente es obligada la visita a la encina.



El árbol conserva su majestuoso porte. Su parte seca es como un grito desgarrador que se alza impotente.

Dice Sergismundo: Justo encima de la fuente nos encontramos con el Encino de Solchaga, que lamentablemente está medio seco. Estos años se está deteriorando rapidamente y es una pena porque hace sólo unos años tenía un porte impresionane.

Volvemos a cruzar el riachuelo y por una senda estrecha y empinada subimos a Solchaga. Son las 11,00 horas.


La iglesia está cerrada. El atrio tiene un césped lozano y limpio. El entorno es agradable.
Curioseando un poco, nos llevamos una grata sorpresa.

En un ventanal hay colocado un belén, protegido por el cristal. En su escenario hay alguna casa del pueblo y la propia iglesia, fielmente reproducidas. Una pena que no tenga más luz.
Ha sido una bonita vuelta por la cercana Valdorba. Un paseo cómodo y fácil para poder disfrutar en estas mañanas de invierno.



lunes, 10 de octubre de 2016

Bajo el sol de La Navilla



Domingo, 9 de octubre de 2016


Un cambio de planes de última hora me lleva a La Navilla y Valgorra. Tenía pensado haber dado una vuelta por la Valdorba pero... otra vez será. 
La mañana viene buena para andar. El cielo limpio y el cierzo casi frío harán agradable la caminata. 
Son las 08,00 horas. Magán marca 12º y la farmacia.... -38º (habían anunciado bajada de las temperaturas, pero tanto...).

En octubre de la sombre huye; pero si sale el sol, cuida de la insolación. 

Hoy camino solo, lo que me va a permitir mucha libertad de movimientos.
Cruzo la vía por debajo del túnel junto a la Plaza de Toros y me dirijo hacia los pinos de Ereta. 
El pinar está sucio, abandonado. Los árboles caídos dificultan el paso por la senda y todo es un amasijo de ramas. 



Con todos los restos de la vegetación y algunas "aportaciones" de residuos, alguien ha construido un chabisque que era lo que le faltaba al lugar para empeorar aún más. 



Entre ramaje y maleza sigo la estrecha senda que me lleva hasta la que fue la finca de Justo Vera. Está cuidada y bien seguida. 
Sorteando mil obstáculos, consigo bajar hasta el camino y enfilo la estrecha senda que termina en la Fuente del Rey. 



Son las 08,40 horas. No hay nadie. Del caño sigue manando el agua, sin duda alimentando por las filtraciones del canal. 
Una vez cruzada la autopista, por debajo, decido tomar el camino de la izda. 
La silueta de los Altos de Valgorra se recorta en la luminosidad del sol que poco a poco va elevándose. 
Un camino a la dcha. llama mi atención. Es amplio y parece que va a tener continuidad hasta Valgorra. Me adentro entre piezas y alguna finca cercada. 
El camino termina en una finca cerrada. 
El griterío de perros hace que me pare en seco. Dos de ellos por un hueco del cercado vienen veloces a mi encuentro. Uno es pequeño pero el otro, de mayor tamaño, me rodea y me enseña sus colmillos amarillentos. 
El dueño me grita desde dentro: 

- ¡Tranquilo, que es "cachurro"!

Yo no las tengo todas conmigo y, siguiendo el consejo que dió una vez un adiestrador, permanezco inmóvil y con el bastón pegado a mi cuerpo. Lo peor que puedes hacer es levantar un palo a un perro que te acosa. 
El "cachurro" me lanza unos "bocaos" amistosos que no me hacen mucha gracia. 
Por fin el dueño lo agarra del collar y se lo lleva. 

- Es que como es tan grande, no parece "cachurro", pero no hace nada. 

Me dice que al otro lado de la finca sigue el camino, y que de allí puedo seguir hacia Valgorra. 


En la primera esquina, encuentro una antigua cabaña de piedra muy bien conservada. Como no oigo ladridos me meto a echar un vistazo. 
El camino sigue hacia el E. El sol ha superado el horizonte y me da de lleno en la cara. Está tan bajo que tengo que poner la mano de visera para poder ver. 
Camino despacio saboreando el abrigo que ofrece el valle. La tierra esté seca. Las labores para preperar la siembra la han dejado suelta, cenizosa. Hace falta la lluvia con urgencia. 
En el cruce tomo el camino de la izda. que asciende suavemente. Entro en una pieza con el rastrojo quemado y hago la visita obligatoria.


Abejera de Valgorra. Una de nuestras humildes joyas de la arquitectura rural de Tafalla. Contemplándola, pienso que se habla mucho de una ley de mecenazgo para el deporte. ¿Y una ley de mecenazgo para el patrimonio rural? Lo que se hunda y desaparezca se perderá para siempre. 
Salgo de nuevo al camino. 


Las quitameriendas también disfrutan del sol de Valgorra. 


09,30 horas. Cabaña Redonda de Valgorra. El lugar permanece limpio y respetado. Me siento en el banco de piedra al abrigo del cierzo y observo el valle y sus tierras. Los olivos y las viñas ponen una pincelada de verdor entre los rastrojos de los irregulares campos. A mi espalda, los molinos agitan sus aspas empujadas por el fuerte viento. 
Distraído, caigo en la cuenta de que los insectos no molestan como en los días de bochorno. 


En la pieza que está al otro lado del camino, una vieja cabaña de piedra llama mi atención y me acerco hasta ella. 
Esta mañana me voy a dedicar a buscar por los cantillos lo que quede de estas viejas construcciones. 

29 de agosto de 1763. Compareció Phelipe del Boiro, guarda juramentado y declara y manifiesta que ayer, entre una y dos de la tarde, prendió a dos muchachas que estaban dentro de una viña de Bizente Artola, en el término de Balgorra, y aunque ignora como se llaman, le consta que la una es criada de la hija del Pelotero y la otra de la Lusara. (Fernando Maiora)(Tafalla del Reino de Navarra).



Vuelvo a la pieza de la abejera y, cruzando otras dos, descubro otra cabaña. 
Me detengo junto a ella y aprovecho el abrigo de la ladera para echar un bocado. Una piedra lisa, con respaldo y todo, me sirve de banco. Los chaparros y las ilagas son mi única compañía. El silencio sólo lo interrumpe el zumbido de los molinos próximos. 
Continúo hasta llegar a la zona de monte bajo y, por un pequeño regacho, me dispongo a bajar hasta el camino cercano. 
Algo llama mi atención entre las piedras. 



Un lazo para la caza de conejos está estratégicamente colocado en este paso estrecho. Hace unos años, bajando a Santa Zita, metí el pie en uno similar y a punto estuve de pegarme un buen morrazo. 


Por la orilla de una finca con olivos, llego a las ruinas de otra cabaña. 


Salgo al camino que pasa cerca del Caserío de Goyena y vuelvo a entrar en otra pieza, continuando con mi búsqueda de cabañas. 


Enseguida encuentro las ruinas de otras dos, muy cerca una de la otra. 
Como el campo está en barbecho o maquinado, se puede andar por cualquier lado. Decido sequir por las piezas próximas mirando piedras, mojones o cualquier cosa que me pueda parecer interesante. 
Llego al camino que sube de Valgorra a Pozuelo, donde se encuentra la caseta del Fraile. 
Me adentro en el camino para visitar la fuente.


10,20 horas. Fuente de Valgorra. Está seca, como siempre. A pesar de la limpieza que le hicieron el año pasado, se está volviendo a cerrar con la maleza. Es lo que tiene la naturaleza, si la dejas se desarrolla con fuerza. 
Bajo por el camino en dirección S. admirando los enormes zarzales que invaden la orilla dcha. Donde acaba la vegetación hay una pequeña entrada y allí se encuentra, también seca, la Fuente de la Teja. 
Continúo bajando por el camino y me asomo un instante a la finca de los Cañas. No hay nadie, así que decido seguir mi paseo. 
Tomo la primera entrada que veo a la izda. para seguir orillando piezas y olivares. 


Medio agachado, buscando pasos fáciles en los cantillos, salgo al barranco de Valgorra. En este tramo, es amplio y está muy limpio. 
Un grupo de ciclistas suben hacia Pozuelo. Se hablan a gritos mientras pedalean con poco esfuerzo. 
Orillo la pieza y salgo al camino . 


11,00 horas. Cuando llego al Juncal me detengo ante el enorme zarzal que esconde la pequeña fuente. El difunto Alfonso Muro se empeñó, hace muchos años, en que allí había agua. Limpió todo aquello, encontró la veta y hasta le puso un pequeño caño. Cuando pasaba por allí, si estaba, me gustaba pararme con él y que me contase su empeño en poner aquella fuente. 
Vuelvo a la Fuente del Rey y entro en el pueblo. 
La mañana, a la sombra, está fresca. Le digo a Julio Cañas que he estado en su finca. Hoy, me dice, van a comer allí. Al abrigo, todavía se está bien en el campo. 

En este enlace se puede ver el recorrido de hoy