lunes, 30 de mayo de 2016

La Altarasa desde Murillete





Domingo, 15 de mayo de 2016



Los auroros han cantado debajo de casa a San Isidro. La mañana viene fresca para andar. El cierzo sopla sin cesar todo el fin de semana y augura un domingo con las temperaturas bastante justicas. 
El 24 de abril dí una vuelta por Altarasa y la Laguna de Pitillas y escribí en este blog que, en el alto, no había vértice geodésico. 
Sergismundo no tardó en corregirme. Me dijo que sí que lo había y, textual, además de los gordos. También me dijo que en Murillete todos conocen el monte por Altarasa y no por el Alto de Arasa. 
Le prometí dar la vuelta desde Murillo el Cuende y rectificar todo lo rectificable y aquí estoy, aparcado junto a la parroquia de Santa Fé.
Son las 08,20 horas. Magán marcaba 14º y la farmacia 13º. El día está medio nublado y el cierzo viene algo más que fresquete. 

Por San Matías (14 de mayo) igualan las noches y los días. 

Cinco minutos separan la ermita de la Santa Cruz del pueblo. Por sendero estrecho llego hasta ella. 


El recinto está cerrado y doy una vuelta a su alrededor.



Dice Sergismundo en Wikiloc: 
Ermita de la Santa Cruz, restaurada recientemente. Está en un alto encima del pueblo, y desde que está restaurada está cerrada con llave. Cabe destacar que en el mismo lugar de la ermita se alzaba un castro pre-romano, denominado de la Santa Cruz, y del que todavía se puede ver algún resto.

Por la misma senda vuelvo al pueblo y continúo por el camino que gira a la izda.



Del interior del depósito sale un rumor continuo no muy fuerte.
La senda sigue subiendo suavemente buscando la pista blanca de la concentración parcelaria.



Camino entre dos alturas lejanas y a la vez cercanas: Altarasa y el Desolado de Rada.
La pista da un brusco giro hacia la izda. que conduce hasta el pinar.


Entre los pinos disfruto nuevamente de la vista de la Laguna de Pitillas.


09,10 horas. Altarasa. Al abrigo de un pino de buen porte, el vértice geodésico me está esperando. Cuando llego junto a él le pongo un mensaje a Sergio y me paro a pensar. ¿Cómo es posible que no lo viera hace tres semanas?
Pero todo tiene una explicación. Entonces subí desde la Laguna, di una vuelta por el interior del pinar, bajando por la misma ladera.
Regreso por la misma pista hasta llegar a un cruce y tomo el camino de la izda. 


09,35 horas. Corral de Lentiscares. Lo dejo a mano izda. y llego a la carretera que va a Santacara. 


Al pasar por las instalaciones del restaurante, los caballos siguen mirando lastimeros a los caminantes. De los perros no hay rastro.
En el aparcamiento de la Laguna hay varios vehículos. 


Junto al edificio del Centro de Interpretación, media docena de jóvenes, abrigados, observan las idas y venidas de las aves.

Sergismundo en Wikiloc:
En esta época del año se congregan en ella gran cantidad de aves acuáticas que hacen un alto en el camino en su migración hacia el sur. Al llegar a la Laguna el espectáculo deja sin palabras. Cientos y cientos de aves acuáticas sobre la superficie de la laguna, que está llena de agua a rebosar.



09,50 horas. Me dirijo al antiguo dique para echar un bocado. 


Sentado junto a la antigua tajadera, sólo y en silencio, la mañana se transforma. Las aves se acercan confiadas hasta la orilla y, cuando descubren mi presencia, cruzan la superficie en un zigzagueo veloz.


El cartel que tengo frente a mí habla de aprovechamiento del agua para el riego desde hace más de cuatrocientos años.
El lugar es único.
Regreso hacia Murillete.



Cruzo nuevamente la carretera y paso junto al Corral de la Carnicería.
Los campos de cereal alternan con alguna viña.
De vez en cuando echo una mirada a mi izda. y disfruto de la Altarasa.


Cuando me acerco al pueblo, la Ermita de la Santa Cruz muestra una silueta diferente y bella. 


Salgo a la carretera que viene de Pitillas y entro en el pueblo. Son las 10,40 horas.
Ha sido un paseo precioso. Corto, cercano e interesante.








lunes, 9 de mayo de 2016

De romería con El Criadico




Domingo, 8 de mayo de 2016

Zuazu es un pequeño pueblo del valle de Izagaondoa al que se llega en coche desde Tafalla en unos cuarenta minutos. El día 8 de mayo, toque como toque, suben hasta la ermita de San Miguel de Izaga, en andas, una pequeña imagen del arcángel y la dejan allí todo el verano hasta que la bajan en septiembre. En la ermita, la pequeña imagen acompaña a otra de mayor tamaño que da nombre al templo. Por eso a la que suben hoy le pusieron el nombre del ¨Criadico". Aitor Rodríguez me propuso participar en esta peculiar romería y acepté encantado. 
Son la 08,00 horas. Magán marca 14º y la farmacia 12º. Los auroros han cantado debajo de casa para festejar la Ascensión. El cielo está muy nublado y por la noche ha llovido. Es igual, para allá que nos vamos. 

Agua de mayo, pan para todo el año. 

Recogemos a Aitor y a Rosa y salimos. 
08,40 horas. En Zuazu está lloviendo. La iglesia está dedicada a la Purificación.




Unos pocos vecinos están dentro con la imagen preparada. 
La iglesia románica fue rehabilitada en 2012 y es encantadora. 



El pequeño retablo muestra en uno de su cuadros a nuestro patrón San Sebastián y casi nos hace sentirnos como en casa. 




Una de las joyas que alberga el templo es un magnífico Cristo gótico que, según nos cuentan, también ha sido restaurado. 
Felipe es un señor mayor que vive permanentemente en Zuazu. Nos dice que, aunque esté lloviendo, suben al Criadico sin tapar. Que no le pasa nada. 
La mayoría de los asistentes son, o descienden, de los pueblos del valle pero viven en Pamplona. Vienen a la romería y luego comen en Ardanaz. 
Uno de ellos, cuando dan las nueve, sube al campanario y comienza a repicar.



Otros dos vecinos cargan con la imagen y salimos de la parroquia, mientras se entona en latín la letanía.  
El aguacero ha arreciado. 




A buen paso, tomamos el camino que sale del pueblo en dirección a la Peña. Tres vehículos todo terreno nos adelantan y se ofrecen a llevarnos la mochila. A medio camino aceptaremos su ofrecimiento. 
El día está malo de verdad. Los vecinos nos comentan que, por lo menos desde hace veinticinco años, no recordaban tanta lluvia. 
El primer tramo es un barrizal. A duras penas avanzamos, mientras los acompañantes extienden sus manos hacia el Criadico para evitar que en un posible resbalón vayan todos al suelo. 
Entramos en el bosque. Las hayas forman dos barreras tupidas que nos protegen del agua y el viento. El suelo, pedrugoso, permite caminar con cierta comodidad. 




10,00 horas. En una curva fuera del bosque hacemos la primera parada. Con la imagen mirando hacia Rocesvalles, se canta tres veces el Ave María. Ha parado de llover, pero nos tememos que la tregua va a durar poco. 
La romería se introduce de nuevo en la protección del bosque. Caminamos despacio disfrutando de las hayas y los bojes. 
Donde el terreno está despejado, hacemos la segunda parada. 



10,35 horas. El Criadico, desde el suelo, mira hacia Ujué. Rezamos la Salve en latín y salimos rápidamente. La lluvia y el viento han arreciado y no apetece estar parados. 
Volvemos al bosque,pero enseguida salimos a un tramo inhóspito. Los árboles y arbustos están ennegrecidos, como si hubieran sufrido la acción del fuego o los rayos. 



11,10 horas. En la ladera, resistiendo los embates del agua y el viento, la sólida ermita del siglo XII tiene la puerta abierta brindándonos su cobijo. 
La entrada al interior es espectacular. Dos candelabros con velas en el altar mayor son la única iluminación. La oscuridad es casi total. Nos encontramos en medio del templo y tenemos la sensación de estar en otra época. 



Las fotografías no pueden trasmitir ese ambiente porque el flash rompe la magia. 



Cuando nuestros ojos se van acostumbrando a la oscuridad, descubrimos la belleza de la ermita. Un vecino se acerca y nos dice que ahora vamos a almorzar, pero que han avisado al cura para que no suba a celebrar la misa de doce porque, con este día de perros y todos mojados, han decidido hacerla en Zuazu a la una. 



Al Criadico lo han colocado en una peana de una nave lateral. Humilde y empapado, allí permanecerá hasta el 28 de septiembre en que irán a buscarlo para celebrar al día siguiente en el pueblo la fiesta de San Miguel Arcángel. 
Terminamos de almorzar y echamos un vistazo al interior de la ermita. 



Nos cuentan que fue rehabilitada en 1985. A finales de los años setenta, cuando veníamos de excursión a Izaga, estaba abierta y en un estado lamentable. Si te salía un día con nieve o muy frío, incluso se hacía fuego en el interior. 
El trabajo de restauración ha sido inmejorable y, hoy día, la ermita permanece cerrada y bien conservada. 
La bajada se hace rápida y en desbandada. La lluvia y el viento nos acompañan intermitentemente. 



12,45 horas. Llegamos al pueblo y nos dirigimos a la iglesia a buscar a Aitor, que se ha adelantado con los vecinos del valle. 
Al volver hacia el coche nos encontramos con Felipe y el cura que atiende estos pueblos. 
Felipe nos indica cuál es su casa y nos dice que, cuando volvamos a la Peña, en cualquier época del año, paremos en Zuazu y le pidamos la llave de la ermita. Se la dejan a quien lo solicita. 
Volvemos para casa con el buen sabor de boca de haber acompañado al Criadico, a pesar de las inclemencias del tiempo. 



lunes, 2 de mayo de 2016

Daniel Espinal, el número uno de Los Doce


Este artículo fue publicado en el nº 328 de la revista La Voz de la Merindad, de fecha 15 de abril de 2016.


Las fotografías son de Daniel Andión Espinal. 

En la calle Túbal, haciendo esquina con la Primicia, donde el cierzo se desboca con fuerza en los fríos días de invierno, vive Daniel Espinal “Magaña”. A sus 92 años, desgrana recuerdos de la Hermandad de Los Doce a la que pertenece desde 1941.

Eché la solicitud y el mismo año hice mi primer viaje. Mi hermano Juanito, que me llevaba 16 años, era también de Los Doce, y eso me animó a entrar. Yo tenía entonces 17 años y me tocó ir dos viajes de Judas, o sea, el último en la fila.

         Desde 1607 la Hermandad peregrina la noche del 30 de Abril hasta Ujué. 


                  Entonces íbamos unos pocos en el viaje. Diecinueve o veinte Hermanos. Yo hice los diez años reglamentarios y creo que, de jubilado, uno más. Después siempre fui con la Procesión porque me parecía que iba en declive y quise apoyarla. Mientras estuve en activo, durante 7 años, hice la Romería y con Los Doce. José Lenzano y Luis Osarte fueron los capellanes de mi época. El primero en la fila iba Felipe Barrios y los mayores eran Simón Elizondo, El Templau, Ramón Castiella…
En aquellos tiempos no había coches como ahora. Los Pasionistas tenían un tartana pequeña y nos la dejaban de “vehículo de apoyo”. La caballería era de Ambrosio Ros. Esteban Esquíroz “Bocadico” era el encargado de llevarla. Se echaban los paraguas y alguna venda y alcohol por lo que pudiera pasar. Ropa llevábamos poca, entre otras cosas porque no teníamos. A la vuelta echábamos también los faroles. Contaba mi hermano Juanito que un año salieron a las doce lloviendo y estuvo toda la noche y toda la mañana sin parar. Cuando entraron en la iglesia el 1 de mayo, entonces salió el sol. A mí alguna mojadura que otra me ha tocado, pero tanto no.

         Después de la misa desayunaban en el Círculo Católico porque no existía el mesón. Era la casa de Antonio Fernández, miembro de Los Doce. Café, roscos y aguardiente, que se pagaba religiosamente. El menú se mantiene hoy.


                  A la vuelta, lo primero que hacíamos era entrar en la parroquia de Nuestra Sra. del Pópulo. A mí me tocó almorzar varios años en San Martín. Donde está Casa Tomás había allí un bar y nos preparaban el plato de sopa y una tortilla de tres huevos con jamón, que en aquellos años nos sabía a gloria. Años más tarde trasladamos el almuerzo al Caserío de Femate, cerca de la muga con Tafalla. Almorzábamos en la planta baja porque el primer piso estaba en malas condiciones. Un año nos preparó un chilindrón la Pilarica, la del Templau, que nos chupábamos los dedos.
En la Ermita de San José, como hacéis ahora, entrábamos a cantar un responso por los Hermanos fallecidos. Me acuerdo que había una sacristana que cuando se le daba algún donativo, se lo echaba al bolsillo. Miraba al cuadro donde está el santo y le decía:
San José bendito,
ya sabes,
lo mío es tuyo y lo tuyo es mío.

         La vida de la Hermandad durante el año no ha variado mucho. Cuando fallecía un hermano, se iba a su casa y ahora se va al tanatorio.

                  Velábamos al difunto en su casa toda la noche por turnos. Generalmente íbamos de dos en dos. Cuando murió un Huarte Mendicoa, le estuve velando aquella noche y cuando llegué a casa de madrugada, había parido la yegua.

         La fiesta de Pentecostés es un día importante en Los Doce. Se hacen las cuentas del año, los que cumplen diez años se jubilan y se aprueban las nuevas incorporaciones. Ahora lo celebramos con las familias en San José, pero antes no era así.

                  Pentecostés se celebraba el lunes. En la Tafalla agrícola y de servicios era casi festivo. La misa era a las 12.

         Los ojos azules de Daniel chispean con el recuerdo. Se ríe mientras cuenta la anécdota y se muerde el labio inferior mientras cabecea.



Tenía yo una pieza pequeña en Candaraiz, al lado del
Caserío de Sánchez, y quería verla porque la tenía que segar a mano. Aquella mañana madrugué y me fui andando hasta allí, sin comer ni beber. Había que guardar las tres horas de ayuno antes de comulgar, y volví para la hora de la misa.

Después nos íbamos a comer, cada uno a su casa. Por la tarde, era la reunión. Me tocó hacerla en mi casa dos años porque, al ir el último en la fila, tenía esa obligación. Ponía unas saladillas y le compraba a Matías San Juan, que era Hermano, unas pastas toscas pero contundentes.

         Daniel tiene un yerno y un nieto de Los Doce. Se le alegra el alma recordando sus tiempos. Y da gracias a la Virgen por tantas romerías.