lunes, 22 de febrero de 2016

Dos fuentes y dos balsas






 Domingo, 21 de febrero de 2016


Las dos últimas excursiones nos han llevado fuera de Tafalla, así que hoy toca dar una vuelta por el término. 
Salir de casa, no coger el coche y transitar caminos conocidos tiene también su encanto. 
Ayer le propuse a Juanjo visitar un par de fuentes en Pueyo y luego volver por Los Ricos y Patuca. Aceptó encantado. 
Son las 08,00 horas. Magán marca 4º y la farmacia 2º. El cielo, de un azul gélido, está totalmente limpio. 

Mal año espero, si en febrero anda en mangas de camisa el jornalero. 

Por la Placeta de los Auroros llegamos a la Plaza.


La vieja fuente mira de reojo al tiovivo que, con motivo de la Ferias, le ha vuelto a visitar.
Los Jardines están desiertos. 



En Recarte, el agua baja veloz buscando la presa de la Estación o de San Agustín. 
El camino viejo  de Pueyo está bueno para andar. En los pocos charcos que vemos, una fina capa de hielo se quiebra al contacto con la punta de nuestros bastones. 


08,40 horas. Nos desviamos del camino y bajamos a la Presa de Pericueta. El agua, limpia y abundante, salta hacia la poza cercana buscando el remanso de Macocha. 


20 de Agosto de 1537. Se firma el contrato con Martín de Bertol para construir la presa del "Molino de Macocha". Se organizan auzalanes para construirla. Es la presa que luego se llamó Azpilikueta y que hoy se le conoce como Perikueta. (J.M. Esparza)(Historia de Tafalla - Tomo I)

Volvemos al camino. 
El que sube a Turrustaldia queda a la izda. Decidimos seguir hasta el puente sobre el Cidacos. Juanjo se detiene y busca la presencia de algún martín pescador. 
- El agua está muy fría - me dice - y los peces no salen de sus agujeros. 

En el mismo cruce, a la izda., un camino viejo, casi borrado, nos invita a subir para encontrarnos con el que debíamos haber tomado más abajo. 
El agua corre formando charcos. 
En el camino principal descubrimos la silueta conocida del plátano.
09,25 horas. Fuente de Turrustaldia. 


De su caño un agua cristalina brota con fuerza.  


Las dos askas y la mesa redonda forman un precioso conjunto en la falda de la cercana Solanoa. 


En el siguiente cruce de caminos, un cartel indica los diferentes lugares a los que nos podemos dirigir. Torcemos a la izda. 
Entre verdes campos, disfrutando del sol que comienza a caldear el ambiente, llegamos a la cruz de Eulogio Olcoz. 


Cada vez que pasamos por aquí, no deja de sorprendernos la limpieza del pequeño túmulo.


La cruz es una talla sencilla y realizada con gusto. 
Unos metros más adelante nos paramos con un vecino de Pueyo que tiene un olivar, muy bien cuidado, en las cercanías. 
Le preguntamos por el hombre de la cruz y nos dice que hay familiares en el pueblo y que ellos nos podrán decir qué le sucedió. 
Continuamos. 
Casi sin darnos cuenta, descendemos hasta el barranco de Makotxa, en el cruce de caminos. 
En dirección N. iniciamos el trayecto por el que luego volveremos. 
10,20 horas. Fuente de Valdetina. 


Estamos solos y aprovechamos para almorzar. 
La fuente está limpia y de sus dos caños brota, alegre, el agua.


Sentados en la mesa de obra, bajo los árboles, la pequeña balsa, a la que van a parar las aguas de la fuente, devuelve los cálidos rayos del sol que se abren paso entre las aneas y carrizos. 
Un motorista viene veloz desde Pueyo. Cuando está cerca, nos ve y da media vuelta. Es como si no quisiera romper la paz y el silencio que reinan en este rincón.
Volvemos por el camino que hemos traído. 
Las viñas y el cereal se alternan en los campos cercanos. 
Las aguas del barranco no cesan en su murmullo hasta que llegamos al desvío que nos introduce en el encinar. 


Un poste que parece recién pintado indica la entrada. La revista Merindad, en su último número, ha tenido un merecido reconocimiento a Luis y la Mariaje, para los amigos, por su dedicación a la conservación de los senderos. 


11,20 horas. Corral de la Gariposa. Antes de entrar en su interior, contemplamos un momento el bocage que se extiende hacia Tafalla. 


En su interior todo está como siempre. En noviembre pasado organizamos una excursión con el grupo Scout Ibaialde y les enseñamos toda esta zona. 
Volvemos por el Sendero Local. 
A partir de aquí nos encontramos con paseantes que, aprovechando la estupenda mañana que se ha quedado, están dando una vuelta por el campo. 
Un forastero nos pregunta si va bien por este senda hacia el río. Sin problemas. 


Bajamos al cruce de caminos y nos detenemos un momento en la Balsa de Los Ricos. 
Volvemos para casa. 
11,50 horas. Balsa de Patuca. 


Entramos a verla. Tiene mucha agua. La rodeamos y tratamos de descubrir el pozo que dicen algunos que existe. Las zarzas son tan altas y tupidas que impiden ver lo que hay detrás. 

A pocos metros, a la izda., un bardal nos hace detenernos. Lo rodeamos y nos situamos en su parte más alta. Estamos en lo que queda del antiguo Caserío de Osés.
La vegetación se ha apoderado del lugar. Aún se puede ver el montón de piedras que quedó tras su ruina.

Hace años permanecían en pie parte de sus paredes. Ahora es todo un montón de piedras cubierto por la hierba y las zarzas. 
Con el canal a nuestra dcha., nos vamos acercando al pueblo. 
Al bajar la última cuesta nos encontramos con la pareja que nos ha preguntado en la Gariposa por el río. 
- Vaya. Ya vemos que no os habéis perdido. 
- No. Qué va. Hemos encontrado bien el río. - nos dicen - Oye ¡qué bonito es todo esto! ¿eh?.

En la calle Mayor, la calleja de los judíos es como un gran embudo. En la Plaza del Mercado, Juanjo me menciona el antiguo cadalso. 
La historia de Tafalla se deja ver detrás de cualquier esquina. 





lunes, 15 de febrero de 2016

El Castro de Turbil (Beire)



Domingo, 14 de febrero de 2016


La semana ha sido lluviosa. El campo está empapado y hay que buscar caminos transitables para poder salir a andar. 
Sergismundo me pasó, hace meses, un recorrido interesante. Visitar el Castro de Turbil, en Beire, saliendo de Olite. 
El recorrido es apetecible. Algo más de 15 km y conocer un paraje inédito para nosotros. Los caminos nuevos, con lo que ha llovido, seguro que se pueden pisar, así que... para allá que nos vamos. 
Son las 08,00 horas. Magán marca 9º y la farmacia 7º. En el cielo hay más claros que nubes. La predicción dice que lloverá a partir del mediodia. Hay que aprovechar la mañana.

Febrero, febrerete, ya no te temen mis corderetes. 

Aparcamos el coche un poco más adelante de la Depuradora de Aguas y comenzamos a andar. 
El terreno es llano y amplio. Estamos en La Plana de Olite.
Los campos de cereal, maíz y viñas se suceden. 


Al fondo, como un vigía, el santuario-fortaleza de Ujué nos va a acompañar durante toda la mañana. 
El camino que llevamos es por el que suben los de Olite en sus romerías. 
Después de cruzar el barranco de Valmayor, llegamos al cruce en el que se juntan los de Beire y Olite esos días.


La cuesta que tenemos enfrente es suave y corta. 
Entre campos de cereal y ribazos descarnados, nos acercamos hasta el barranco de San Martín. 


Baja bravo. Sus aguas buscan con avidez unirse a las del barranco de La Lavandera y llegar fundidas al Cidacos. 
Llegamos al cruce de caminos y tomamos el de la dcha. Abandonamos el que va a Ujué. 
En la orilla han pintado, a brocha, los nombres de los pueblos para evitar despistes al caminante primerizo. 


Nos detenemos un momento a contemplar el cerro al que nos dirigimos. 

09,50 horas. Caserío del Tejedor. 


El camino desciende suavamente hasta sus ruinas. Es un edificio con unas dimensiones considerables. Nos acercamos un momento. 
Seguimos el camino adelante hasta que, bruscamente, se termina.
La subida al cerro la hacemos por una senda estrecha. 
Seguimos las indicaciones de Sergismundo y nos paramos en la fila de túmulos. 
10,20 horas. Estatua de Turbil. 


Se encuentra en el centro del cerro principal. La mañana, por la parte de Montejurra, ha comenzado a estropearse. Nosotros todavía disfrutamos del sol y no anda aire. 

Dice Sergismundo en Wikiloc: 
Distribuido de forma compleja, consta de varios recintos, murallas, fosos, rampas de acceso, así como antecastro y torre defensiva. En sus inmediaciones estuvo emplazado el poblado de Turbil, en el que recientemente se encontró una estatua de gran importancia, ya que con más de 2200 años, se puede considerar la estatua más antigua de Navarra. Recientemente han colocado una reproducción de la estatua, ya que la original, por su importancia, se encuentra depositada en el Museo de Navarra.

Aprovechamos para almorzar. Un motorista está haciendo sus pinitos de trial en el cerro de al lado. Después de un rato, se acerca hasta nosotros y nos saluda. 


Las vistas desde este lugar son magníficas. Estamos a 443 m de altitud y el dominio de toda la Plana y pueblos vecinos es total. 
Echamos una mirada hacia el N. Valmediano (Montmediano). Otro lugar estratégico de observación, tan querido por nosotros. 


Cuando terminamos nuestro tentempié, damos una vuelta por el cerro, siguiendo los puntos de interés que ha marcado Sergio en su itinerario. 
Hay que volver. 
Junto a Montejurra se aprecia una cortina de agua que tardará más o menos, pero llegará hasta aquí. 
Bajamos al camino nuevo para iniciar el regreso por otro lado. 


Echamos una última mirada al cerro. 

Sergismundo en Wikiloc: 
Según el libro "De Aldeas a Ciudades, el poblamiento durante el primer milenio A.C en Navarra", de Javier Armendáriz Martija, este castro estuvo habitado desde el siglo II A.C. hasta el siglo V, y tuvo una gran importancia por tener bajo su influencia a gran parte del territorio de la Zona Media de Navarra, desde Tafalla, Olite y el piedemonte de la Sierra de Ujué, hasta Caparroso.

El paso entre dos piezas, para acortar un buen tramo de camino, esté intransitable. Continuamos por buen camino. 
La vuelta es tranquila, placentera. Tenemos puestos los ojos más en cielo que en el paisaje. Empiezan a caer cuatro gotas. 


El barranco de la Lavandera, que ya ha recibido las aguas del de San Martín, nos acompaña un buen trecho. 
La lluvia no va a más. En el cruce de caminos de Ujué-Beire vuelve a salir el sol. 
12,20 horas. Nos montamos en el coche y volvemos para casa. En la rotonda de La Tafallesa comienza a llover. Cada metro que nos acercamos a Tafalla, lo hace con más ganas. 

Sergismundo termina sus notas en Wikiloc:
Muy interesante su visita por su buen estado de conservación. Merece la pena.
No podemos estar más de acuerdo con él.






martes, 9 de febrero de 2016

La Cabalgata de Reyes en 1945






Este artículo fue publicado en la revista La Voz de la Merindad de fecha 15 de Diciembre de 2015, nº 321.


LA CABALGATA DE REYES EN 1945


D. Antonio Añoveros, párroco de Santa María, era un cura joven y resuelto. Se había empeñado dos años antes en sacar una cabalgata de Reyes que trajera algo de ilusión a aquellas gentes empobrecidas, aunque esperanzadas, después de una terrible guerra civil.


                 (D. Antonio Añoveros, párroco de Santa María de Tafalla)


         En 1943, Jesús Virto, Antonio Berango y Florencio Aoiz “el Templau” se habían prestado gustosamente a ser los monarcas de una austera cabalgata, a la que un grupo de mujeres, capitaneadas por la popular Paz Flamarique, conocida como “la del Calero”, vistieron con colchas y sobrecamas brillantes que les prestaron en algunas casas particulares.
         Según me cuenta Javier Aoíz, que entonces tenía 15 años, esa mañana había acompañado a su padre, Florencio, a coger olivas en Valmediano. ¿Has visto alguna vez a un rey cogiendo olivas? – le dijo su padre-  ¡Pues aquí tienes a uno!
Dos años más tarde, el 5 de enero de 1945, la ciudad estaba cubierta por una gran nevada.



(El Regimiento de San Quintín desfilando junto a la Plaza de Navarra)

         El Regimiento de San Quintín, que desde el primero de diciembre anterior, estaba acuartelado en Tafalla, tenía doble trabajo.
         Aprovechando la estancia de los militares, el párroco Añoveros se entrevistó con el coronel al mando del Regimiento. Le propuso que colaborasen ese año en la venida de los Reyes Magos porque, con la participación de tantos hombres, serían unos mil además de las caballerías, resultaría excepcional.
         El coronel aceptó.
         Jesús Cárcar “Zaragoza” tenía entonces 10 años. En su memoria se quedó grabada, como lo más extraordinario que pudiera ocurrir, aquella tarde de Reyes.

-       “Los soldados estaban repartidos por casas y bajeras. Sentados en las gradas, desayunaban, comían y cenaban en la Plaza de Toros. Entre el lavadero y el río, en el ribazo, hicieron una zanja larga y profunda que les servía de letrinas. Para evitar los malos olores y a los roedores, la tapaban con unas tablas.
La tropa preparó los ganados de que disponía, pero para poder celebrarse la cabalgata, había que retirar la gran cantidad de nieve que se había acumulado en las calles. Limpiaron como pudieron el trayecto desde la Plaza de Toros a la de Navarra, echando la nieve sobre las aceras. En algunos tramos, se formaron montones de un metro de altura.”

         Una vez conseguida la limpieza de las calles, quedaba la segunda parte: Hacer un desfile digno de verse.


                      (Los Jardines cubiertos de nieve)

         La tarde estaba fría, heladora. Cientos de personas abandonando sus caldeadas cocinas, salieron a la calle y se apretaron por encima de la nieve para ver la llegada de “los Reyes”.  Jesús Cárcar sigue recordando:

-       “La comitiva causó sensación. La banda de tambores y cornetas del regimiento daba un aire solemne al desfile.
Los oficiales, vestidos de reyes, montaban sus caballos, precedidos por soldados con ropas de pajes.
Detrás de los Reyes, una gran cantidad de soldados tiraba de los mulos cargados de fardos, todos vacíos pero aparentemente muy pesados, y que a los muetes nos parecía que estaban llenos de regalos.
En la Plaza de Navarra, después de los saludos de rigor, procedieron a repartir algunos juguetes entre los críos pequeños más pobres del pueblo. Las señoritas de la “Conferencia”, que entonces colaboraban en la beneficencia, se habían encargado, mediante donativos, de su compra.
A mí, aunque éramos pobres, como ya tenía 10 años, no me dieron nada.”

La noche se había puesto fría de verdad. Los tafalleses se fueron retirando a sus casas mientras los Reyes hicieron una visita al Asilo para llevar, también allí, algunos regalos y mucha ilusión.


                    (Gran nevada en La Farola)


         Jesús Cárcar se metió en la cama soñando cómo sería la mañana siguiente. Los Reyes, según les contaban los mayores, esa noche iban a tener mucho trabajo. Tenían que repartir por todas las casas del pueblo los regalos que habían traído en los mulos. Por eso había que dejar, junto al calzado, un poco de agua y un montonico de cebada. Y a él ¿qué le dejarían esa noche? ¿Con qué sorpresa se encontraría cuando se levantara?
         Y la sorpresa fue grande.

-       “Uno de los soldados se llamaba Sindulfo Fernández. Como vivíamos cerca de la Plaza de Toros, hizo amistad con mi familia. Mi hermana y yo íbamos todos los días, después de que comiera la tropa, con un par de pozales a llevarnos las sobras del rancho. Vendíamos cada pozal a tres pesetas a la gente que criaba cutos. Si la tarde se daba bien, podíamos sacar hasta cuarenta pesetas.
Un par de pozales siempre iban a parar a nuestra casa porque también teníamos cutos. El dinero que sacábamos se lo dábamos a mi madre, que lo empleaba en comprar en el estraperlo lo que no daban con las cartillas del racionamiento.
A este Sindulfo le daba pena verme cómo iba vestido. Los pantalones llenos de remiendos y, con aquella nevada, las alpargatas sin suelas. Echó mano de una manta de los mulos y se la dio a mi madre. La llevó a una modista, la señora María, que vivía en la calleja del Churrero y me hizo una pelliza.

El día 6, cuando me levanté, vi que los Reyes me la habían dejado de regalo. Salí a la calle todo ufano. No era consciente de que se veía a un kilómetro que era una manta mulera. Pero me hubiera dado igual. Iba tan abrigado y satisfecho de que hubieran pasado los Reyes por mi casa, que me sentía el chaval más afortunado del mundo.”


lunes, 1 de febrero de 2016

El cruce de las Cañadas




Domingo, 31 de enero de 2016


Hoy, otra vez, salimos del término para visitar caminos cercanos. Sergismundo, que no para, me envió hace tiempo una "perla". Dos cañadas reales que se cruzan en Larraga. El hecho, según cuenta, es muy poco frecuente. Nosotros consideramos a Sergio un experto en este tipo de vías, así que tenemos que ir a conocer esa curiosidad. 
Son las 08,00 horas. Magán marca 10º y la farmacia 9º. El cielo tiene más nubes que claros, pero el fino viento que viene del N. nos asegura una mañana sin agua. 

Por cada día que pasa de enero, pierde un ajo el ajero. 

Dejamos el coche en el aparcamiento de El Poste y comenzamos a caminar por la Cañada Real de Tauste a Urbasa - Andía. 


El camino es bueno. 
Una vez rebasadas unas grandes naves, el campo se abre en todo su esplendor. 
Montejurra, al fondo, vigila las fértiles tierras en las que el cereal se interrumpe, a veces, con el olivo. 
Para recordanos que seguimos por la cañada, algunos postes aparecen de vez en cuando en la orilla del camino. 




El anagrama nos parece de lo más original. Una pezuña rodea el contorno de Navarra. 



09,15 horas. Llegamos al cruce de las dos cañadas. Un todoterreno está aparcado en una orilla. Mientras buscamos el mejor ángulo para que no nos estropee la foto, llega una furgoneta y se detiene. El conductor nos mira con desconfianza. Ni saluda. Esperamos pacientemente a que se baje del vehículo o a que se marche. Por fin da media vuelta y nos permite fotografiar el cruce. 

Dice Sergismundo en Wikiloc: 
Buen camino y bien señalizado, discurre entre terrenos de cultivo hasta el punto que hemos llamado El Cruce, ya que aquí la CRTUA se cruza con la Cañada Real de Milagro a Aezkoa (CRMA). Son muy pocos los casos en los que se cruzan dos Cañadas Reales en Navarra, y este es uno de ellos. El lugar tiene un encanto especial, y no es difícil imaginarse a los rebaños que hace años realizaban las cañadas, juntándose en este punto.

Torcemos a la dcha. y comenzamos a caminar por la Cañada de Milagro a la Aezkoa. 
El camino es bueno y algo más estrecho. Como comenta Sergio, la señalización es inexistente a pesar de que estamos en una Cañada Real. 


Mendigorría se asoma en el fondo del valle. 
Entre verdes campos y olivares, llegamos hasta el cerro donde se encuentra la ermita de Nuestra Sra. de Andión. 
10,00 horas. Varios vehículos de cazadores están aparcados en sus inmediaciones. Durante todo el trayecto, hemos escuchado tiros. Unos lejanos, aunque otros, inquietantemente cercanos. 



Aprovechamos una mesa de piedra situada en un lateral de la ermita para echar un bocado. 



Las ruinas y el museo de la ciudad romana de Andelos están al lado. 
El recinto se encuentra vallado y cerrado. 

Sergismundo en Wikiloc: 
La cañada nos lleva a la Ermita de Nuestra Sra. De Andión, y a la Ciudad Romana de Andelos. Bonito paraje con merenderos y sombras el de la ermita, y justo al lado se halla el yacimiento arqueológico de la Ciudad Romana de Andelos. Conjunto muy interesante de visitar, (museo arqueológico, excavaciones de la ciudad, depósito regulador de aguas y presa romana), aunque el museo se encontraba cerrado el día que estuvimos ahí.

Damos una vuelta alrededor del edificio y salimos al camino. 


A doscientos metros se encuentra el estanque donde los romanos almacenaban el agua para llevarla hasta su ciudad. 
Subimos a ver la construcción. 


Es magnífica y tiene un panel que explica su utilización. 


Han recuperado, y conservado, un trozo de canalización para que se pueda apreciar la forma que tenían de trabajar. 
Volvemos al camino e iniciamos el regreso. 
La cuesta abajo discurre al lado de una extensa pieza de cereal. 
Cuando termina, tomamos el camino de la dcha. y subimos otra cuesta. 
El recorrido rodea el cerro donde se encuentra Andelos. 



Comenzamos a descender y nos aproximamos al Arga. Este tramo es lo más cerca que vamos a estar del río. 
Esta zona es un poco más agreste. El río y las repoblaciones de pinos ofrecen otro paisaje. Diferente del que hemos llevado a la ida. 
Hay algo en un pino que nos llama la atención
Nos acercamos con curiosidad. 



A un zorro muerto lo han encajado entre sus ramas. El animal era un buen ejemplar. 


Si no fuera por el hedor y la aprensión que nos da, de buena gana nos hubiéramos llevado la cola. 
Llegamos a un cruce de caminos que empalma con el de la mañana.
La cuesta que, cómodamente, hemos bajado, ahora nos toca de subida. 
Poco a poco llegamos a la zona de las naves. 
Un cazador, escopeta en ristre, nos llama:

- ¿Habéis visto una perrica negra?
- Por donde hemos venido, no. 
- Esa igual se ha perdido. De todos modos, gracias. 

11,30 horas. Llegamos al aparcamiento de El Poste y regresamos para casa. 
Comentamos la excursión. Ha sido estupenda. 
Tenemos que organizar otra por allí y subir hasta la presa que abastecía de agua a Andelos. 
Y aprovechar para ver el museo y la ciudad romana.