lunes, 7 de diciembre de 2015

El pozo de los Nicoles





Domingo, 6 de diciembre de 2015

Después de un par de semanas ausente de esta publicación, vuelvo a la carga. 
Sergismundo está a la que salta. 
Fue a coger olivas a Valgorra y, ante el comentario de un familiar referente al Pozo de los Nicoles, se le dispararon todas las alarmas. 
Unos días más tarde, hizo un recorrido por el valle y me lo envió. 
Así que esta mañana daremos un garbeo por Valgorra. 
Son las 08,00 horas. Magán marca 9º y la farmacia 8º. El día está en calma. La niebla, que más parecen nubes bajas, se ha echado sobre Tafalla. 
La visibilidad es buena. Salimos. 

Año de neblinas, año de harinas. 



Por el pasadizo que está junto a la Plaza de Toros, salimos al barrio de La Cadena y nos dirigimos a los pinos de Ereta. 
Desde el camino que sube junto al pinar, el pueblo parece dormido, al abrigo del cerro de Santa Lucía. De algunas chimeneas, el humo blanco juguetea en el aire sin saber muy bien a dónde ir. 


En la fuente del Rey no hay nadie. El lugar está limpio y cuidado. Solamente unas viejas pintadas en el abrevadero deslucen el espacio. Cuando quiera es hora de que las borren. 
Por debajo de la autopista entramos en el Juncal. Unos tiros lejanos anuncian la jornada de caza. 


La cuesta que lleva a la Cabaña Redonda es corta. 



La vieja construcción, rehabilitada hace unos pocos años, es una atalaya desde la que se disfruta del valle y de Tafalla. 
Volvemos a bajar por el mismo camino. Cruzamos una pieza y llegamos a la abejera. 



09,10 horas. Abejera de Valgorra. No nos cansaremos de decirlo. Es una de las joyas del patrimonio rústico tafallés. Con poco dinero y buena voluntad, es posible hacer un trabajo de consolidación de estos restos. Y si a eso se añade un cartel explicativo y una mínima señalización, se habrá conseguido crear un espacio turístico-etnológico-divulgativo, muy interesante.
Bajamos al camino y continuamos en dirección E. 
Valgorra es una zona donde abunda el olivar. El terreno es duro, pero las características del valle hacen que esté más protegido del cierzo que otras zonas.


  
Al pasar junto a una finca cerrada, unas ocas nos miran curiosas. Cuando nos acercamos a verlas, se asustan, aunque alguna extiende las alas en actitud amenazante. 
Llegamos a las inmediaciones del pozo. 



En la pieza adonde nos dirigimos, escuchamos voces. Están a la oliva. Pretendemos seguir escrupulosamente el recorrido de Sergio, pero un perro negro, de buen tamaño, sale a nuestro encuentro. Nos quedamos inmóviles. 
Nos olfatea, nos pone las patas en el pecho, pero no ladra... 
¿Es peligroso o pacífico? o ¿es mudo?
Nos alejamos por si acaso. 
Unos metros más adelante, revisamos el recorrido y nos damos cuenta de que podemos llegar al pozo sin entrar en el olivar.
Volvemos y, por un ribazo, subimos hasta donde se encuentra. 


10,00 horas. Pozo de los Nicoles. Está situado entre dos casetas en ruinas. Tapado con unas toscas losas, es difícil de encontrar si no te lo indican. 


La maleza y un pedruguero lo ocultan.
Dice Sergismundo en Wikiloc:

"El Pozo de los Nicoles es un aljibe de recogida del agua de lluvia, construido a principios del siglo XX por Emilio Nicol, o por su padre, León Nicol. Hoy día está casi ciego y relleno de tierra arrastrada por la lluvia, pero a principios de los años 60 medía 4 ó 5 metros de profundidad, y mantenía agua todo el año. Permanece tapado por losas de piedra, que mantenían el agua del interior a la sombra y la protegían de la evaporación"

Introduzco el bastón por un hueco de las losas. Ahora tiene poco más de cincuenta cm de profundidad.
El camino serpentea entre olivares y tierras de cereal. 


Algunos olivos, centenarios, son espectaculares. 


Diez minutos más tarde llegamos a las ruinas del Corral de Goyena. 
Es el momento de sentarnos a almorzar. 
La vegetación silvestre es variada. Las ilagas y las coscojas, miran con envidia a los romeros que, sorprendentemente, se hallan en flor. 


Los enebros han teñido sus frutos de rojo, queriendo emular a los acebos de Alaiz para adornar la próxima Navidad. El campo está quieto, frío. El sol no consigue abrirse paso entre la neblina. 
Continúamos.
10,45 horas. Fuente de Valgorra. 


Es la primera vez que mis acompañantes la ven así. Han limpiado todo el contorno y  la fuente ha recuperado la imagen que yo recordaba de hace muchos años. 
A Juanjo le llama la atención algo que se mueve en el agua. 
Con cuidado, introduce el bastón y lo saca. 


No está seguro, pero dice que puede ser un pequeño tritón. Está aterido y lo devuelve al agua.
Pasamos junto a la Caseta del Fraile y llegamos a las ruinas del Caserío de Pozuelo. 


En la era se han formado tres curiosas filas de hierba que nos sorprenden. 
Por el camino blanco que viene de los molinos, bajamos a la fuente. 
11,00 horas. Fuente de Pozuelo. 


Está limpia. Para sustituir el viejo caño, que se rompió, han puesto una botella de plástico que permite coger agua con comodidad. 
Juanjo, que siempre lleva su jarra medidora por lo que pueda pasar, me dice que registremos el caudal. 3 litros/minuto. 
Bromea diciendo que se le ha olvidado la medición de la de Valgorra: 0 litros.
Seguimos camino adelante y en la segunda curva tomamos un senda estrecha que desemboca en las cercanias de la caseta de los Maríos, en la orilla del Barranco de Valgorra. 
La caseta está vacía y abierta. La vieja chimenea, si hablase, contaría historias de almuerzos y gentes que venían a pasar un buen rato en la soledad de este paraje. 
Casi sin darnos cuenta, vamos bajando hacia el Portillo del Aire. Ya no hay viñas por aquí. Están un poco más abajo. Olivos y cereal es lo que más abunda.


Precisamente, cerca de una viña, entramos un momento para visitar la abejera pequeña de Valgorra. 


Llegamos al Canal y lo cruzamos por el puente más cercano a San José. 
Por su orilla, avanzamos en dirección N hasta llegar al siguiente puente. Ahí tomamos el desvío que tuerce a la izda. 
Después de una pequeña cuesta, orillamos una pieza y llegamos al siguiente destino. 



12,00 horas. Nacimiento de la Fuente del Rey.
Escondida entre la vegetación, en un rincón de una pieza, la caseta es de sólida construcción. No tiene puerta. 


Nos asomamos para ver el interior. Debajo del pedruguero, las aguas brotan y se encaminan hacia la fuente que todos conocemos. 
Volvemos al camino y continúamos bajando. 


Al final de la siguiente pieza, a la izda., entra un camino. Hay una pequeña construcción de registro de la canalización de la fuente. 
Hace años, el dueño de la finca nos la enseñó. 
Nos quedamos maravillados. El techo abovedado y las paredes de sillería; no nos imaginábamos nada así. 


La fecha del cabezal de la puerta nos recuerda otra que vemos casi a diario en nuestra plaza ...
El dueño falleció y hoy día se puede ver sin problemas porque algún..., no sé como definirlo, ha reventado la puerta. 


Junto a la caseta, el coqueto merendero en el que hemos parado muchas veces, resiste el paso del tiempo y de los "indefinibles".
El camino baja hasta el Juncal y enlaza con el que hemos tomado por la mañana. 
Entramos en el pueblo. Son las 12,30 horas. El sol sigue oculto tras la neblina. Los escaparates de los comercios se adornan con árboles, bolas y luces de colores. En alguno incluso hay algún belén. Se acerca la Navidad. 











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