martes, 18 de febrero de 2014

5 puentes, 4 presas, 3 caminantes y 2 molinos




Domingo 16 de Febrero de 2014


A Juanjo le tira mucho el río. Alguna vez lo he dicho; será uno de los que mejor conoce el Cidacos desde las Ventas de Garinoain hasta la presa de Recarte. Ha pescado mucho en sus orillas y en sus pozos. A veces cuenta anécdotas de pescador que nos ilustran cuando contemplamos del río. 
Me propone que subamos hasta la ermita de San Kiriko y Santa Julita en Pueyo. 
Además me sugiere el título de hoy. 
Son las 08,00 horas. Magán marca 5º y la farmacia 3º. El día viene bueno para andar. El sol de febrero tiene un encanto propio. Dicen que en este mes busca la sombra el perro. 
Hoy no será para tanto, pero tampoco tiene pinta de que nos vayamos a pasmar de frío. 
Callejeamos un rato por Tafalla hasta salir al antiguo matadero. 



Por un camino estrecho bajamos hasta el puente de la Panueva. Son las 08,30 horas. El cauce tiene el traje de invierno. Sus aguas limpias agitan los mustios carrizos de las orillas. 
Entramos en el Congosto. Los huertos están solitarios. Los árboles desnudos contemplan las escasas verduras que sobreviven en este tiempo. 
Llegamos al final del camino y tomamos una estrecha senda que nos asoma al río. 




08,45 horas. Presa de Pericueta. Este invierno el agua corre por doquier. El lugar, desde esta altura, nos descubre un espacio natural encantador. Permanecemos unos instantes contemplando esta maravilla. 
Por sendas estrechas, entre huertos, salimos al camino principal, torcemos a la izda. y llegamos a la carretera. 
Toca pisar un tramo de asfalto, pero el destino lo merece.



09,00 horas. Antes de subir el puente que está junto a la tejería, nos adentramos en la chopera y llegamos a la Presa de Pozilún. 



Junto a la acequia hay una base de piedra medio oculta por la maleza. Todo hace pensar que es el apoyo de algún antiguo puente que cruzaba aquí el Cidacos para llegar al camino viejo de Pueyo. 
Es un lugar que merece la pena visitar, sobre todo en este tiempo en que el río baja bravo. 
De críos, antes de hacerse el Ereta, subíamos los veranos, en bicicleta, a bañarnos. A los chavales mayores, les oíamos contar lo bien que se lo pasaban en compañía de otras mozas en lo que llamaban "La Costa Azul". 
Nosotros nos moríamos de envidia y de curiosidad por saber qué pasaba allí. 
Y es que en Tafalla siempre hemos sido así de chulos. Teníamos la Costa Azul y la Playica del Carro. 

"La riada del año 1935. Mas este año de 1935 una desgracia se cierne sobre la ciudad del Cidacos. Tras un año excepcionalmente seco, el día 12 de Julio una fuerte pedregada seguida de una gran tromba de agua de proporciones desconocidas descargó sobre la ciudad y pueblos del valle del Cidados. El río, incapaz  de avenar toda el agua que se le venía encima, se desbordó en pocos momentos. El recién construído puente de la Panueva aguantó el embate, contra el pronóstico de algunos agoreros. La cosecha estaba recién segada y los fajos se encontraban todavía en los campos. Se calcula que desaparecieron mas de 100.000 fajos arrastrados por las aguas. Toda la parte baja de la ciudad resultó inundada. Las aguas llegaron hasta los bajos del Ayuntamiento y las huertas quedaron totalmente anegadas. 
Tenemos un testigo de excepción de estos hechos. Dña. Martina Maestrojuán que fue rescatada, junto con su hijo Jesús de un año, por la Guardia Civil a caballo, de su casa del Lavadero, completamente inundada. 
Barrunta estuvo a punto de ahogarse y se salvó nadando, agarrándose a un fajo de mies que flotaba por las aguas. No hubo desgracias personales pero las pérdidas fueron enormes. 
Dña. Martina recuerda que las telas de la sastrería "La Madrileña" aparecieron en la Placeta y las mujeres del barrio de La Peña bajaban a recogerlas. (Juan Carlos Lorente Martinena)(Tafalla siglo XX. Primera mitad)



Salimos de nuevo a la carretera y, nada más bajar el puente, torcemos al izda, cruzando la vía hasta los invernaderos. 




Caminamos por unas piezas llecas hasta llegar de nuevo a la vía férrea. Por su orilla llegamos al puente que nos permite pasar al lado de Pueyo. 
Juanjo nos dice que estamos en un lugar estratégico. Este puente fue volado en la última guerra carlista para evitar el traslado de hombres y municiones. 





10,00 horas. Estamos en el Merendero El Molino. Almorzamos. 
Un señor llega donde nosotros, nos saluda y echa un vistazo al huerto que tenemos al lado. 
Nos mira de reojo y se decide a acercarse. 
Tiene una finca junto al puente. Vive en Garinoain y, por su acento, deducimos que es extremeño. 
Nos cuenta que él fue quien hizo el merendero y que se ha acercado para ver que intenciones traíamos. Hoy día hay mucho gamberro.




Charlamos un rato con él. Admiramos la antigua entrada del agua al molino viejo. Nos habla de las riadas que ha sufrido. Nos cuenta que el puente tenía un ojo prácticamente cegado y que él lo había ido limpiando, a base de pico y pala, hasta dejarlo como está ahora. 
Salimos hacia San Kiriko. Orillamos de nuevo la vía. Un tren Alvia viene a gran velocidad mientras el conductor toca la bocina insistentemente al vernos. 


10,45 horas. Ermita de San Kiriko y San Julita. Los vecinos de Pueyo la rehabilitaron en auzalán y está muy bien conservada. 
Junto el edificio hay una extensa plantación de lavandas. 
Bajamos al camino y volvemos hacia Pueyo. 
Por el barrio de abajo encaramos dirección Tafalla. 
Han arreglado el camino. Incluso, en un tramo donde hubo desprendimientos, han puesto quitamiedos. 
Al otro lado del río se yergue el antiguo molino de Macocha. 
Llegamos a la finca de Benigno y paramos a beber agua. 




En el rincón que hay junto a una pequeña balsa, nos sentamos un momento. 
Por el ancho camino que viene del Instituto llegamos a Recarte. 




12,00 horas. Las aguas corren veloces. Casi todas las piedras rectangulares terminadas en punta que servían de pasarela en el estiaje, han desaparecido. La fuerza del agua. Entramos en el pueblo. El viejo puente de la Panueva nos ve pasar de nuevo. Las calles están tranquilas, con poca gente. 
Atrás quedó el bullicio de San Sebastán y de las Ferias. 



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